viernes, 2 de enero de 2015

Y SAN SEMPEZÓ!

Escribo esta primera entrada casi llegando a la 1 a.m. del día 3 de enero de 2015, sentado "en cuero" (aunque no es una noche muy calurosa que digamos) en la cama de Paloma. Y escribo aprovechando el inicio del año, como para partir de cero.



Este blog quiere ser una suerte de diario íntimo familiar. La idea es escribir a diario - o la mayor cantidad posible de veces - todo lo que vaya pasándonos como familia. No me equivoco si anticipo que este blog dará a sus lectores un reflejo fiel de lo que somos. De hecho, la idea de hacerlo se me ocurrió en 2011 y recién ahora lo inicio: esta dejadez es ya idiosincrática. :)

Pasaron hasta ahora sólo dos días completos de este año, tranquilos. E intentaré decir algo de lo que recuerdo de ellos:

1 de enero: comencé el año mejor de lo que lo terminé. La tarde del 31 me agarró "Frustración", ese perro horrible que te muerde la pierna sin soltarte cada algunos años, y me destrozó. Casi no podía caminar. Habiendo disfrutado de un 1984 que se constituyó en el paradigma de mi niñez (con las Commodore, con Madonna y con Michael Jackson girando alrededor de una familia llena de energía), después de pasar por el ´94, donde se dio para mí todo lo que la adolescencia prometía como genial; y tras un 2004 que me vio ya padre, con el problema de Ian superado, con un negocio que abría sus puertas y con el que nuestra economía se consolidaba, no podía menos que esperar un 2014 también representativo de mi primera adultez: los años terminados en cuatro representan para mí una clave cósmica.Y llegar al 31 de diciembre, ya sin más esperanzas de que se produjera el milagro y este año dejara de ser uno más para convertirse en un hito, se me escurrió el ánimo hasta que mi alma quedó vacía. No sólo no pasó nada importante, no sólo mis ingresos fueron bajísimos y mi posibilidad de realizarme quedó más lejos que nunca, sino que a eso se sumó el temor a que realmente este año anodino fuera una muestra de lo que me espera en adelante. Y todo en el marco de la consciencia plena de haber cumplido 38 años, de haber dejado de ser una promesa y de sentir que desperdicié completamente mi vida. Mi tesis no está nada cerca de terminarse (y aún peor: el doctorado es el plan más serio que tengo en vista y no me interesa nada de nada), no tengo una buena entrada, no tengo buenos proyectos y encima el viaje a EEUU a fines de 2013 vino a empeorar las cosas, pintándose como el telón de fondo inalcanzable sobre el que recorto cada cosa que hago. Pero nada, che. ¿Cómo querían que hicieran el asado de fin de año con ganas? Se ve que mi mala onda se esparció por el aire y así fue que el kilo y medio de la carísima entraña ($80 por kilo, 8 dólares aproximadamente) que había comprado me apareció abombado, teniéndonos que conformar con el pollo y el asado de tira.
Pero después, cuando se acercaron las doce, me fui sintiendo un poco mejor. Mi vida va promediando su duración, no soy lo que hubiera querido ser, estoy lejos de tener lo que me había propuesto, pero no puedo detenerme. Así que me invadió la resignación y se me fue dibujando una leve sonrisita. Y el primero de año fue más llevadero, para mí y para los míos. Poco que hacer, por la lluvia, y corto el día, por habernos levantado bien tarde, la jornada sólo nos dejó tres momentos destacables:

a) La planificación de qué hacer con las benditas remeras culturales (que creo que hicimos en 2011)
b) La salida a cenar al recién inaugurado "Alito Express", de Ingenieros esquina Constitución, gracias a la generosa invitación de mis viejos, que quisieron que el año comenzara "bien", y
c) El deslucido paseo que hicimos después por el un centro casi sin movimiento ni gente, y que debimos abortar por un urgente "llamado de la naturaleza" provocado seguramente por los langostinos de la cena.

2 de enero: Nos levantamos bastante tarde (como a las 11 a.m.) y desayunamos largamente. Salimos a comprar un paquete de hamburguesas Swift al "Alto Constitución" y algunas verduras junto a Ian. El entusiasmo por el retomado proyecto de las remeras ya había menguado bastante, pero sin embargo escribimos a "Libros de la Arena" (quienes rechazaron amablemente nuestro ofrecimiento de vender allí nuestro novedoso producto por cuestiones impositivas) y a la tienda del "Museo MAR", cuya respuesta aún esperamos. Y no sólo eso, sino que dejamos a los niños en casa de los abuelos y fuimos a comprar las bolsas y los alfileres necesarios para el packaging, usando ese tiempo también para conseguir algunos de los regalos que planificamos comprarle a los chicos para reyes.
Luego vino la cena con ravioles y sorrentinos pagados bastante más de lo que solemos pagar (pues la fábrica de pastas de "La Cuadra" estaba cerrada) y la cama, después de ver "Los 8 escalones", con la presencia de un muy ignorante (incluso de cuestiones médicas, que se supone que es lo suyo) Peretti y de un otra vez genial, rápido y lleno de chispa, Diego Torres. Paloma se fue arriba, a nuestra habitación - como tiene por costumbre estos días - y yo abajo, como reflejando el lugar que siento que tengo en mi desarrollo profesional a esta altura de mi vida, con 38 años y habiendo caído en la cuenta de que ya dejé de ser una promesa.

Ojalá mañana sea una jornada más activa y pueda avanzar algo en las clases, en los talleres, en la Tesis, en el desarrollo del programa de filosofía para youtube o en el stand-up, mochilas pendientes que realizadas me harían sentir más útil y menos miserable.

Buenas Noches.

WD